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miércoles, 6 de enero de 2016

Capítulo 8 - hospitalidad

Cada vez que preguntábamos dónde estaba algo en la universidad nos acompañaban al sitio en cuestión. Podrían señalarnos con el dedo dónde está, pero preferían dejar lo que estaban haciendo y acompañarnos hasta la puerta del despacho o lo que fuera. Desde luego se dejaban todo por las personas extranjeras. Nos sentíamos abrumados con tanta hospitalidad y amabilidad. Desde luego que a la mayoría de turcos les gustaban los extranjeros y te enseñaban con mayúscula lo que es la hospitalidad.

Ese día fuimos a la oficina de policía. Teníamos que pagar por conseguir el carnet de residencia. Había un policía muy amable que nos preguntó qué equipo de Turquía nos gustaba más, si Besiktas, Galatasaray o Fenerbache. Yo le dije que el Valencia, pero no, tenía que elegir uno de Turquía, así que le dije el Galatasaray pero me dijo que no me haría el permiso hasta que no dijera que le gustaba el Besiktas, cosa que hice, porque me daba igual.

Tuvimos que ir a una tienda a comprar un colchón para Marcial, ya que yo me había quedado con uno de matrimonio que nos dejaba Jenk. Regateamos el precio todo lo que pudimos, los colchones eran de un hotel que había acabado de renovar todas sus camas y el sitio estaba lleno de colchones. También compramos unos cuantos muebles para el cuarto. Un armario de tela, un escritorio, una mesa baja para los çays y una alfombra para la habitación.

No entendíamos el idioma, pero Jenk nos traducía y regateaba al máximo por cada cosa que comprábamos. Hasta por una toalla que compré regateé. Era muy divertido, nunca sabias si acababas de comprar un chollo o te habían timado, pero cuando llegas hasta la mitad de precio inicial siempre te llena mucha satisfacción.


Tan sólo nos faltaba por comprar una nevera, fuimos a una tienda y el regateo duró mucho, no sé de qué hablaban pero cogimos una nevera que funcionaba, que es lo importante. Hicimos el traslado montados en el camión en la parte de la carga. Me gustaban ese tipo de irresponsabilidades de tráfico. Pero para irregularidades el amigo del kebab del iskender barato al que me había habituado a ir, que me llevó a casa en la moto y se metía en dirección contraría y en cada giro pensaba que nos la íbamos a pegar, pero para él era la conducción normal.

Ese día fuimos los erasmus españoles por primera vez a tomarnos algo. En el local nos dieron mantas, lo cual me parecía un lujo. Era un lugar agradable, donde nos daban de comer palomitas de maíz por cada cerveza que pedíamos. Algo que me llamó la atención fue que en vez de botellitas de agua daban una especie de envase de yogur lleno de agua. Todos los erasmus españoles habían encontrado piso, nosotros éramos de los que menos pagábamos por el piso, el equivalente a unos 60 euros por persona y otros, como González y Álvaro pagaban el doble y tenían la sensación de que sus compañeros turcos les estaban timando.

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